UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





miércoles, 14 de marzo de 2012

‘La alegoría del elefante’, en los Tiempos Litúrgicos con Juan de Ávila


Sesenta y seis años después de la muerte del Santo Maestro Juan de Ávila, cuando ya estaba iniciada su Causa de beatificación y canonización, el Licenciado Luis Muñoz escribió una biografía suya con un título muy largo, como se acostumbraba entonces: Vida y virtudes del venerable varón el P. Maestro Juan de Ávila, predicador apostólico; con algunos elogios de las virtudes y vidas de algunos de sus más principales discípulos, Imp. Real, Madrid 1635. Esta biografía es muy famosa, y ha tenido varias ediciones.

Lo curioso es que en la portada de la primera edición, en vez de presentar el retrato del Maestro Ávila, o limitarse al título, aparece el grabado de ¡¡un elefante!! que, además, se está cayendo. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver un elefante medio caído con san Juan de Ávila? La verdad es que está encuadrado en un marco precioso, que verdaderamente llama la atención. Pero entre el marco y el elefante hay una inscripción, que es la que nos da la clave. Dice Así: “DUM NITOR HUMANIS”, es decir, “mientras me apoyo en los hombres”. ¿Es que uno que se apoya en los hombres se cae?

Lo que ocurre es lo siguiente. Luis Muñoz, o el editor, quisieron evocar un tópico formulado en la antigüedad, que se convirtió en alegoría durante la Edad Media. Consta en el Bestiario de Cambridge, que dice lo siguiente:

Al carecer el elefante de articulaciones, si cae al suelo no puede levantarse, por lo que para dormir o descansar se suele apoyar en un árbol. La manera de cazarlo era mutilar parcialmente el tronco del arbol de modo que con el peso del elefante se quiebre y el animal caiga al suelo también. Al no poder moverse, pide ayuda y aparece un gran elefante que, aunque lo intenta, no consigue levantarlo. Ambos gritan en solicitud de auxilio y acuden doce elefantes, pero entre todos tampoco tienen fuerza para alzarlo. Entonces, todos ellos se lamentan y gritan, llega un pequeño elefante, que tiene la característica de que nada maligno puede acercársele, y, colocando la boca y la trompa bajo el que había sucumbido, él solo lo levanta del suelo.



¿Qué quiere decir esta fábula? El elefante caído es el hombre; el gran elefante que llega primero representa a la Ley mosaica; los otros doce evocan a los profetas y el más pequeño, el humillado, es el símbolo de Cristo, que redime al hombre del pecado. Pero lo principal es el hecho de apoyarse en el árbol, que es lo que descifra la leyenda. “Mientras me apoyo en los hombres” ocurre lo que le está pasando al elefante: el árbol cede y el elefante, inclinado lateralmente, está a punto también de sucumbir. La alegoría representa, por tanto, la idea del hombre caído, que sólo encuentra la salvación en Cristo y no en las solas fuerzas humanas.

Este significativo emblema elegido para la portada del libro, resume y expresa el núcleo, lo fundamental de la teología y la predicación del san Juan de Ávila, centrada en lo que él llamaba el “beneficio de Cristo”; es decir, los bienes que nos ha traído con su Redención.



Una invitación a reflexionar: ¿Me apoyo sólo en los hombres? Si mi fortaleza es Cristo, ¿cómo me relaciono con las personas? Juan de Ávila tiene respuestas.